Para lo bueno y para lo malo, los hábitos dejan una marca duradera en determinados circuitos cerebrales. Así lo sentencia una nueva investigación publicada esta semana en la revista Neuron. Según sus resultados, para alejarse de vicios como comer más dulces de los precisos cada día, hay que proponersenuevas costumbres que sustituyan las que se quieren eliminar y... Es cuestión de tiempo. Dejará de suponer un esfuerzo para convertirse en una parte más de la rutina.
Ya lo decía el escritor Charles Dickens y otros muchos filósofos: "El hombre es un animal de costumbres". Una afirmación cuyas bases moleculares y biológicas se explican ahora en el trabajo que acaba de presentar un grupo de científicos de la Universidad Duke (Durham, Carolina del Norte, EEUU).
El neurólogo y neurobiólogo Nicole Calakos, especialista en la capacidad del cerebro para adaptarse, y Henry Yin, un experto en modelos animales y conductas del departamento de Psicología y Neurociencia de Duke, decidieron unirse para profundizar en la comprensión científica de hábitos como tomar azúcar, fumar, comprar y otros vicios en el cerebro, con la idea de sugerir nuevas estrategias para suprimirlos. Conseguir "la forma de cambiar a los golosos", por ejemplo, apostillan los propios autores en su artículo.
Para ello, ambos expertos trabajaron con ratones sanos. Les habituaron al azúcar a través de un proceso que implicaba presionar una palanca para recibir pequeñas cantidades de dulces. Los animales que se engancharon mantenían presionada la palanca incluso después de que se retiraran las golosinas. Los investigadores compararon entonces los cerebros de los ratones que habían adquirido la costumbre con los que no lo hicieron. Estudiaron la actividad eléctrica en los ganglios basales de ambos grupos. Se trata de "una compleja red de áreas cerebrales que controla las acciones motoras y los comportamientos compulsivos, incluyendo la adicción a las drogas", señalan los investigadores.
De la misma manera, la creación de hábitos motores (como comer dulce) se produce en esta zona cerebral, gracias o por culpa de circuitos neuronales denominados go y stop, que son los responsables del registro de las costumbres.El primero lleva la señal que impulsa la acción y el segundo, al revés.
Los experimentos realizados en Duke demostraron que tanto los mecanismos gocomo los stop estaban más activos en los ratones que consumían azúcar, algo que los científicos no esperaban encontrar, ya que tradicionalmente se había visto que los circuitos stop suponían un factor de ayuda para prevenir determinados comportamientos. El equipo también descubrió que en los ratones golosos se habían activado antes las señales go. Sin embargo, en los cerebros libres de hábito, la señal stop precedió al go. Hasta la fecha, "no se habían estudiado la señales go y stop a la vez y en el mismo cerebro", puntualizan los expertos.
Según los análisis moleculares, las conductas repetitivas se convierten en un hábito y quedan registradas de forma tan duradera en el cerebro que se podía determinar qué ratones habían formado un hábito con sólo mirar muestras aisladas de sus cerebros en una placa de Petri.
De la misma manera que un hábito repetitivo se graba en el cerebro y facilita obligaciones como la de madrugar, también se pueden cambiar vicios como el exceso consumo de azúcar por otro hábito más saludable. Se trata de crear un hábito cerebral opuesto, a modo de contraataque. Los investigadores de Dukecomprobaron esta teoría en los ratones adictos al azúcar. Con el objetivo de romper su adicción, a estos animalitos se les recompensaba sólo si dejaban de presionar la palanca que anteriormente les proporcionaba el dulce. "Los que lo consiguieron tenían células go más débiles", puntualiza Calakos.
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