martes, 28 de junio de 2016

Así trabajan en las cárceles españolas

Un entorno casi bucólico nos introduce a un centro penitenciario. Ante las puertas, un parque infantil desierto. Lo ocuparán los niños que visiten a sus padres presos. En el vestíbulo, una lámina con el artículo 25.2 de la Constitución dicta los principios que rigen la vida dentro.
Las penas privativas de libertad y las medidas de seguridad estarán orientadas hacia la reeducación y la reinserción social y no podrán consistir en trabajos forzados. El condenado (...) tendrá derecho a un trabajo remunerado y a los beneficios correspondientes de la Seguridad Social, así como al acceso a la cultura y al desarrollo integral de su personalidad.
El derecho al trabajo, a la reinserción. Para comprobarlo entramos a la prisión de Segovia, donde cerca de un centenar de los 360 internos están empleados esta mañana de junio. Así se trabaja en las cárceles españolas.
Tras varios controles de seguridad se accede a un patio perfectamente compartimentado. Talleres y cocinas, aulas, instalaciones deportivas... Al fondo, las celdas. Jardines cuidados por los propios presos dan color al ambiente. Son las 11.30 de la mañana y siete internos se afanan con dos cocidos que hierven en ollas inmensas. Una, con la versión para cristianos. Al lado, la que comerán los musulmanes, sin cerdo. Son alrededor de 60 en este centro.
14 internos en turnos de cinco horas y acompañados por profesionales externos preparan cada día tantas dietas como dicten los médicos para los presos. "Esto es como un hospital. Cada uno está en unas condiciones, tiene unas necesidades y hay que mantenerles aquí"explica el cocinero. Comida sin sal, merluza al horno, verduras... Las instalaciones de la cocina y la calidad de los productos que enseñan no admiten réplica. Cuando terminan, otros presos distribuyen la comida por los 10 módulos del centro. Al lado, en la panadería, tres más producen 1.200 unidades de pan al día. Los miércoles y los fines de semana también se les da un bollo a los internos.
Guimar, de 27 años, es uno de esos 'panaderos' desde hace año y medio. (Por motivos de seguridad, la información personal y la condena de los presos están vetados en este texto). Empieza a moldear la masa a las siete de la mañana y termina cerca de la una. Seis horas que evita estar encerrado en su módulo, seis horas que roba a la rutina de su condena.
"Aquí es importante tener trabajo porque te quita muchas horas de pensar. Además te ayuda a vivir sin ser una carga para la familia, incluso a mandarles dinero", afirma. Lo suyos, fuera, le cuentan lo que cuesta encontrar trabajo. "Yo siempre había trabajado en la construcción, de fontanero, de albañil.... Hace dos semanas vi a mi padre, que también se dedica a eso, y me dijo que tiene que hacerlo todo muy barato, que está difícil...". Para conseguir su empleo en prisión, Guimar hizo un curso de formación de 560 horas y la Junta de Tratamiento consideró que era el más apto para el puesto. De los 65.659 presos que llenaban las cárceles el pasado marzo, 12.436 trabajan y reciben un sueldo.

PERMISOS Y REDUCCIONES DE CONDENA

"La Junta de Tratamiento de cada prisión, integrada por trabajadores sociales, psicólogos, juristas y funcionarios, valora las habilidades y necesidades de los presos", cuenta el director de la cárcel, José María García. Los elegidos para trabajar reciben un sueldo, cotizan a la Seguridad Social, ocupan horas de condena y aprenden un empleo que podrá servirles fuera. Y ven acercarse la puerta. "Todo se evalúa, todo suma, y si reciben buenos informes por su trabajo, les beneficia a la hora de conseguir permisos y reducciones de condena", explica García.
La actividad laboral de los presos se considera una relación de carácter especial por el Estatuto de los Trabajadores (Ley 8/1980, de 10 de marzo), y cuenta con las prestaciones sociales de cualquier trabajo por cuenta ajena. Todos los internos están afiliados al régimen general de la Seguridad Social, tendrán derecho a subsidio de desempleo y las retribuciones están referenciadas al salario mínimo interprofesional (648 euros), aunque muy pocos llegan a cobrar eso.
"Es sólo una referencia que va ligada a la productividad, la dedicación y las horas. Generalmente, el sueldo disminuye -de media ronda los 300 euros- pero también hay casos como los de la cárcel de Ocaña, donde tenemos a una empresa con más de 300 trabajadores y muchos presos cobran más", explica José Suárez Tascón, gerente de Trabajo Penitenciario y Formación para el Empleo (TPFE), el organismo que organiza la actividad productiva y emplea a los presos; el empleador en sus nóminas.

EMPRESAS EXTERNAS EN LAS PRISIONES

En Segovia, el trabajo remunerado se centra en talleres de producción textil, en los que los presos fabrican los uniformes de los funcionarios, y en servicios para autoabastacer el centro. Aquí no vemos empresas externas, como sí ocurre en otras cárceles de España. Son las tres patas en las que se divide el trabajo penitenciario. De acuerdo con las estadísticas del tercer trimestre de 2015, la media de internos en talleres de servicios era de 9.158, en talleres de producción propia, 305, y en empresas externas, 2.960. Hay actividad productiva en textil, carpinterías de metal y madera, imprentas, agrícolas, cocinas, lavanderías, mantenimiento, economatos, jardinería...

SECTORES DE TRABAJO

¿Reciben demasiados beneficios? "El proceso tiene una serie de ventajas para las empresas, como las instalaciones o que no pagan la seguridad social, pero no siempre les sale tan competitivo. Yo no tengo cola esperando a venir a la cárcel. Hay unos 12.500 presos trabajadores, pero tenemos instalaciones para 20.000. Hay talleres equipados y vacíos porque no tenemos empresas que traigan su trabajo. Hay que entender que las personas privadas de libertad tienen connotaciones, un día producen más y otro, menos, mejor o peor.... Algunas se han ido, como una que llevaba tiempo con nosotros, pero la ha comprado una multinacional y se la ha llevado a Marruecos, pero también hemos conseguido repatriar a otras para trabajar en las cárceles después del éxodo de estos años", añade el gerente.

CRÍTICAS AL SISTEMA

No todos comparten su visión. "El proceso tiene un punto perverso ya que puede darse el caso de que una misma empresa tenga a trabajadores dentro de prisión haciendo el trabajo por un tercio del salario por el que lo harían fuera", denuncia Valentin Aguilar, de la Asociación Pro Derechos Humanos de Andalucía y una de las voces críticas con el sistema de trabajo penitenciario español.
¿Intervienen las empresas en el proceso de selección? "No, lo único que hacen es llevar su actividad a la cárcel, pero es obvio que también tienen voz, necesitan una productividad mínima para que les sea rentable estar aquí. Si la Junta de Tratamiento selecciona a personas que no dan la talla y no son productivas o porque no saben o porque no quieren, no podemos obligar al empresario a que los mantenga. No están para hacer una obra de caridad. Es un entorno laboral en toda regla", cuenta Suárez Tascón.
Valentín Aguilar persiste en la crítica: "Trabajar en prisión es un tesoro para el preso porque le abre la puerta a permisos y le da dinero para mandar a casa, pero es un tesoro envenenado por varias razones. Primero, porque al ser casi siempre a tiempo parcial, la retribución y la cotización son muy bajas. Al salir tienen derecho al subsidio de desempleo pero suele ser bajísimo y durante poco tiempo y, a cambio, se anula su subsidio de excarcelación, que es mayor en tiempo e importe -426 euros durante un máximo de 18 meses-. Además, en su vida laboral aparecerá marcado como empleador 'centro público', algo que sólo se aplica a instituciones penitenciarias y centros de reforma, lo que le condiciona de cara a posibles contrataciones cuando esté fuera", dice este abogado de profesión.
Asegura además que existen denuncias de presos que afirman que han trabajado más horas de las que les pagan. "El principal problema es que el trabajo se desarrolla en un lugar oculto en el que no hay fácil acceso a la atención jurídica.. No hay ninguna forma de acreditarlo y los presos no tienen derecho a la acción sindical, lo único que pueden hacer es acudir al juez de vigilancia penitenciaria", explica.
"Consideramos que una solución para disipar las dudas sería que los sindicatos entrasen a las prisiones para saber realmente qué ocurre y acabar con la falta de transparencia y, por tanto, la falta de posibilidad de control", cuenta. Añade también que no existe la figura del despido ni hay "un criterio definido ni para el cese ni para la incorporación a un trabajo".

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