En los últimos cincuenta años, gracias al mejor conocimiento que tenemos sobre el funcionamiento del cerebro y los procesos que regulan la toma de decisiones de las personas, se ha llegado a la conclusión de que los sentimientos desempeñan un papel fundamental en la forma de pensar y de interpretar el mundo, como resultado, existe una coherencia entre lo que sentimos y lo que pensamos.
Quienes logran mantener en general un estado de ánimo moderadamente alegre tienen altas probalilidades de tener una disposición optimista. Está demostrado que un estado de ánimo positivo estimula recuerdos placenteros y bloquea memorias desagradables, recordar el pasado, es no mirar el presente ni el futuro. Para mirar al futuro con optimismo el talante de la persona tiene que ser alegre y así beneficiarse de ello, para no caer en el victimismo de otras personas, es comprensible que no se puede tener el contro sobre todos los sucesos y factores que influyen en nuestro estado de ánimo, desde la genética hasta la personalidad, pasando por la salud física y mental, las condiciones del medio o los sucesos que nos pueden afectar.
Pero no es menos cierto que podemos alimentar nuestras emociones positivas y programar situaciones que nos favorezcan. También cabe destacar los beneficios emocionales que nos aporta hablar. Gracias a los vínculos que existen entre las palabras y las emociones, hablar no sólo nos permite desahogarnos y liberarnos de las cosas que nos preocupan, sino experimentar los sentimientos placenteros que acompañan a la comunicación entre las personas queridas, siendo estos más satisfechos emocionalmente que los que viven solos.
Fuente: Biblioteca crecimiento personal
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